domingo, 8 de diciembre de 2013

La Evaluación y el Poder. Ensayo Académico.



Ensayo Académico


LA EVALUACIÓN Y EL PODER
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Análisis del Proceso Educativo
Por Gabriel Bañados Balmaceda


El presente ensayo pretende generar un espacio de reflexión y crítica respecto a la realidad educacional  universitaria, especialmente de la Escuela de Psicología de la universidad xxxxxxx, percibida desde mi persona, orientado a temáticas que me han generado cierto disconfort a lo largo de los años como alumno regular. Empero, las próximas líneas son sólo una parte minúscula del acercamiento subjetivo hacia dicha realidad.
La Evaluación y el Poder, dos aparentes sustantivos, que en sus más intrínsecos e intrincados rincones, esconden magnos verbos determinantes de realidades, y por qué no decirlo, capaces de decretar destinos vitales y existenciales del ser humano. A modo introductorio, comenzaré con una interrogante que esconde una relevancia tan importante como el presente menester, y es la siguiente: ¿Qué miden exactamente las evaluaciones académicas en la escuela de psicología? Probablemente sea un poco precipitado, pero aventuraré una tentativa respuesta, basada en la empírea que me ha otorgado la estadía por dicha escuela: las evaluaciones académicas miden exactamente nada, sé que parece una enunciación pretensiosamente desconcertante, pero es que, con exactitud no miden nada. Lo más cercano a dicho concepto es que, miden memoria a corto y mediano plazo, porque a largo no, de hecho sin mucha crítica opuesta, podríamos encontrar opiniones compartidas que, dan cuenta que lo aprendido se desprende con considerable velocidad de nuestras memorias. A demás miden, la capacidad de los educandos para despojarse de sus propios juicios y adoptar los juicios de los docentes, entiéndase, aprender a pensar como pensarían las mentes propias de los académicos. Quien no desarrolla dicha habilidad, rápidamente queda al descubierto a través de sus resultados en las pruebas de cátedras, porque para ser honesto, a través del tiempo, me ha dado la impresión que realmente nadie se interesa profundamente por las ideas de los educandos, quizás sea tedioso, o demande mucha atención. Por otra parte, miden el grado de consonancia entre lo que responden los educandos y lo que los docentes quieren que éstos respondan. También miden el grado de homogenización entre los estudiantes, dan cuenta de, qué tan parecido piensan los futuros psicólogos del mañana, y frente a ésta última situación, quisiera compartir el siguiente pensamiento: “Formando psicólogos homogéneos que el día de mañana atenderán a personas heterogéneas”. Aclaro al lector que, de seguro hay un número considerable de otras cosas que inexactamente miden dichas evaluaciones, pero que sin duda alguna, en el presente documento no puedo tratar, necesitaría recursos propios de una tesis de grado.
Respecto a la dimensión Poder, indudablemente ésta se encuentra en relación substancial con la dimensión Evaluación, y en el contexto que es menester, estaría vinculado a una tercera dimensión, Jerarquía. El sólo hecho que, alguien evalúe a otro, pone en diferencia de condiciones a las partes, donde el poder está de lado del Evaluador. No discuto que, el Evaluado no disponga de poder, pero en relación al poder del Evaluador, es considerablemente menor. Se compensaría en gran medida la brecha entre éstos, si se llevara a cabo la Autoevaluación, debido a que, se empoderaría al Evaluado, permitiéndole hacer relevante su propio juicio en cuanto al aprendizaje, empero, se incrementaría la relevancia de dicha acción, porque, ¿quién más que el propio Evaluado conoce mejor que nadie su propio nivel y calidad de aprendizaje? Tampoco discuto que, no se lleven a cabo dicho método evaluativo, pero destaco que, se da en considerable y preocupante minoría en relación al total de porcentajes de todas las asignaturas del currículo de pregrado.
Por otra parte, El Poder, puede llegar a afectar el juicio del Evaluador, y peor aún, insensibilizarlo, pudiendo éste llegar a hacer un uso desmedido de su poder determinativo, afectando emocionalmente al evaluado, y por qué no decirlo, muchas veces llegando a afectarlo vital y existencialmente, y frente a esto último, no hay mucho que discutir, solo es cosa de evocar aquellas situaciones donde se han visto estudiantes llorando por los pasillos, o peor aún, alumnos de último año de formación profesional, poniendo en tela de juicio sus capacidades como psicólogos, fantaseando realidades en las que abandonan sus metas y se conforman con sueños menores, autocomplacientes. En suma, muchas veces el Poder Determinativo de un Evaluador puede afectar gravemente al Poder del Espíritu del estudiante, y para mayor desconcierto, no percibirlo y no hacerse corresponsable de lo que allí está aconteciendo.
Para finalizar el presente ensayo, quisiera destacar que, la realidad aquí subjetivamente descrita, no difiere mucho de la objetivamente experimentada, y además, no es propia de la Escuela de Psicología de dicha universidad, sino más bien, una realidad replicada en gran parte del país, y seguramente, en gran parte del mundo, porque La Evaluación y El Poder, son dos grandes emperadores hilozoístas de la historia, que indudablemente nos han acompañado desde tiempos prístinos del bagaje humano, lo más crudo o desconcertante, sin duda alguna es, lo dañino que puede llegar a ser en la vida del ser humano cuando éstos se mal accionan. 


Fuentes bibliográficas:

-    Conversaciones dialécticas. Cátedra del Proceso Educativo I. Escuela de Psicología. Universidad Católica del Maule.