EL
VIAJE DEL ERMITAÑO
Día uno:
Tras haber viajado horas por las sendas que tomó el
autobús de linares con destino a Pejerrey, es que me vi envuelto en la magia de
la naturaleza propia de las montañas que me enseñan la séptima región de Chile.
Recuerdo haberme bajado unos cuantos kilómetros al éste del pequeño pueblo de
Pejerrey, para así internarme de lleno en la cuenca cordillerana, la cual
entregaba la noble compañía de un hermoso río, el que llamé “el rio de la felicidad”. Para llevar a
cabo la acción, decidí lanzarme en dirección al rio a través de una pequeña y
peligrosa bajada, la que me llevaría al centro de la cuenca. Al bajar sufrí una
repentina caída, que me deslizó con fuerza sobre la tierra y arbustos que allí
se encontraban, al terminar el movimiento, y llegar a suelo firme, me revisé
por completo para chequear si me había hecho de alguna herida, lo cual no fue
así. Sin embargo, un evento no esperado ocurrió, fue mi hermoso reloj traído
desde Europa fue el que se hizo trizas, y entonces allí, cuando sorpresivamente
me vino un ataque de risa, así es, me encontré tirado en el suelo, recién caído
del precipicio, y con mi querido reloj hecho trizas, riendo a carcajada limpia,
al principio no sabía el porqué, era como un estado de felicidad, luego reflexioné
y lo comprendí; “el tiempo dejó de
existir al momento de internarme en la naturaleza, en el momento mismo de
cruzar el umbral, era el requisito divino para ingresar al mundo del ermitaño y
sus meditaciones”.
Luego caminé bordeando el río con la intención de
encontrar el lugar en el que viviría todos los días de mi retiro espiritual.
Pasó alrededor de una hora según mi orientación improvisada, hasta que di con
el lugar en el que tenía que vivir, era hermosamente perfecto. Cerca del rio se
encontraban cuatro piedras gigantes ubicadas en dirección a cada uno de los
puntos cardinales, dejando en su interior un confortable espacio compuesto de
arena, lo que me permitiría casi de manera exacta, ubicar mi tienda de acampar
y mis bolsos con víveres.
Mientras levantaba mi tienda, repentinamente escuché a
un par de metros la voz de un hombre adulto, que me saludaba dándome las
bienvenidas al lugar, era Marcos, un viajero del cual me hice amistad y de
quien contaré más adelante anécdotas explosivamente entretenidas.
Ya habiendo instalado óptimamente mi tienda de acampar,
tomé mi traje de baño y me di el placer de abrazar y dejarme abrazar por las
nobles aguas del rio de la felicidad.
Haciendo en primera instancia una presentación de mi persona al rio propiamente
tal, con el objeto de conectarme con el alma de sus aguas, como también con sus
espíritus, dándoles a conocer mi ser, y a la vez anunciarles con respeto acerca
de mis futuros baños por tomar en el transcurso de mi estadía.
Sinceramente el baño fue una experiencia sublime, y
apasionantemente placentera, aquella tarde fue un deleite para mi cuerpo y para
mi alma. Fue el primero de los baños sagrados que me daría en mi viaje
solitario.
La noche se acercaba, y yo aún no tenía madera, ni
pajares para poder hacer el fuego, ni mucho menos había pensado como cocinaría
la comida, por lo que rápidamente fui de incursión por los alrededores. En poco
tiempo me hice de leñas que me permitirían hacer fuegos para esa noche, como
también para el día siguiente. Ya contando con esto, me puse a recolectar
piedras lo suficientemente aptas como para construir una torre en la cual
realizaría el fuego en su interior, y colocaría mi olla en su superficie, así
permitiéndome maniobrar con mayor facilidad el contenido de ésta. Entonces, las
horas pasaron, y mi primera parte había terminado, solo faltaba encender el
fuego y sobreponer la olla en éste. Fue allí cuando supe la importancia que
tendría la duración de éste en mi misión por alimentarme, tendría que encender
y durar lo suficiente para cocinar las pastas destinadas para esa noche, por lo
que decidí recitar una oración a los espíritus del fuego, para que así, las
salamandras me hicieran de compañía en mi presente menester. Y la naturaleza
escuchó mi llamado, casi por acto de magia, con tan solo encender un par de
cerillas el fuego se manifestó, dando llamas nobles y calibradas, con un temple
perfeccionado, permitiéndome fácilmente cocinar la comida de aquella noche.
Pasado unos cuantos minutos, una merecida cena en la cima de una de las piedras
gigantes, acompañándome de un delicioso vino tinto.
El resto de la noche fue una ceremonia de vino y
tabaco en pipa, contemplando el sobresaliente brillo de las estrellas, las que
me daban el confort de sentirme como si me encontrara solo a un par de metros
de distancia de ellas. Cabe mencionar un evento extrañamente especial que se
dio mientras pasaba las horas mirando el cielo. En medio de la oscuridad es que
apareció una nube o mancha blanca, como una masa de energía, la cual se encontraba
solo a unos cuantos metros de mi persona, y comenzó a girar alrededor de mi
posición, efectuando aproximadamente unas seis vueltas. En un principio sentí
una sensación de angustia considerable, pero rápidamente lo comprendí; simplemente era energía natural,
probablemente espíritus naturales de la noche, que se encontraban danzando en
la sagrada cuenca. Finalmente, medité y reflexioné, recordé a mis
antepasados, agradecí por mi vida, y me di el gusto de realizar un recital de
poemas al aire libre entre las sombras de la estrellada noche, donde el poeta
era yo, y mi audiencia era toda la naturaleza.
Día dos:
Tras haber pasado una noche cálida y armoniosa, debo
admitir que no fue justamente la más cómoda en su plenitud, debido a la textura
de la arena y la posición sutilmente inclinada del terreno, pasé la noche
buscando una posición que recibiera lo mejor posible mi espalda y cadera,
quizás no la encontré, pero finalmente por cansancio me rendí al mundo onírico.
Por la mañana, mientras retornaba a la vigilia,
rápidamente recordé las imágenes y sentimientos experimentados provenientes de
un sueño, en el que veía a mi padre junto a mi hermano menor, los que venían a
verme a la montaña, saludándome y felicitándome por la experiencia que estaba
llevando a cabo. Sinceramente no recuerdo detalles, pero destacó lo acogedor y
humano que fue el sueño. Posteriormente comencé a escuchar un fino, agudo e
hilado canto de ave que oscilaba en las afueras de mi tienda de acampar,
justamente en la cúspide de la entrada, era un nuevo y mágico momento para
vivir, se trataba de un hermoso colibrí, pajarillo que solemos ver picando y
degustando de las esencias de las flores de nuestros jardines. Recuerdo
perfectamente, que no dejó de cantar y picotearme la entrada de la tienda,
hasta que salí del todo a saludarlo, era claro; “la avecilla venía a darme el Buenos Días”. Destaco algo sumamente
misterioso pero maravilloso a la vez, son estas cosas que te dejan con la boca
abierta; el encantador pajarillo con aires de cantautor, vino todos los días
por las mañanas a saludarme, y no se iba hasta que abría mi tienda para darle
mis cortesías de mañana, recién ahí, éste se permitía seguir volando hacia
otros destinos. Luego me quedé observando un nuevo suceso ricamente natural que
estaba aconteciendo en las afuera de mi tienda, se trataba de unas cuantas
ranas que saltaban en todas direcciones, se encontraban desde la base del
pórtico hasta las orillas de una pequeño estanque de agua ubicado a unos
cuantos metros de mi refugio. Así me quedé contemplando el interesante evento
de símbolos.
En pocos momentos me vestí y tomé las ollas y
cubiertos ocupados en la cena de la noche anterior, y me puse en marcha hacia
la orilla del rio, allí con paciencia y dedicación lavé cuidadosamente la losa
con la arena que me ofrecían las faldas del fresco río. Habiendo terminado
dicha tarea, preparé el fuego, y me hice de un provechoso desayuno.
Por la tarde tomé la pipa y bolsa de tabaco, más mi
toalla de baño, y me fui a pasar una excelente tarde al río, donde me entregué
nuevamente a la meditación, pero ahora de una manera bastante especial.
Recuerdo que nadé hasta el centro del río, donde se hallaba una piedra lo
bastante grande como para sobresalir de las aguas, su superficie era cóncava
con una textura lisa y acogedora, ideal para tomar un descanso. Por lo que
decidí hacerlo, pero con cierto estilo algo arriesgado pero intrigante.
Entonces me puse de espalda, inclinando mi cabeza hacia la superficie del agua,
quedando semi-piernas arriba, así me permitía ver el horizonte invertido,
contemplado una tierra convertida en homogéneas regiones tintadas de color
azul, acompañadas en ciertas partes de espuma de mar y extrañas criaturas
aladas que se arrastraban con fascinación. Por otra parte, percibía un cielo lleno
de colmillos rocosos y empapados de tierra, en los que se denotaba los números
restos de una posible ensalada de vegetales, la cual era rica en su diversidad
de colores y formas; quizás ese nuevo cielo era vegetariano para mi nueva
percepción. Y así pasaron las horas. Al rato salí del agua buscando un descanso
en playa de piedras, otorgándome el deleite de una buena pipa, siendo ésta
preparada con dedicación y maestría, propia de la experiencia de un fumador de
pipa. Y pasó la tarde, y el sol anunciaba la llegada del ocaso. Tomé mis
pertenencias y tomé destino hacia mi refugio.
A penas haber llegado a mi lugar de confort, es que
divisé una silueta humanoide que se movía en dirección a mí, bajo las recientes
primeras sombras caídas, y con cierto vaivén que me recordaba a películas de
zombies, apareció un hombre con toda la cara ensangrentada, al igual que su
ropa sobrepuesta a la altura de su pecho, y consumido en el miedo y la
incertidumbre es que me hice de mi linterna, alumbré en su dirección, me empapé
en confianza y grité “quédese allí, no se
mueva. ¿Quién es usted? El hombre tras dar unos cuantos pasos más, levantó
su rostro y con una voz tímida pronuncia verborreicamente “Soy yo, soy Marcos”. ¡Joder! Dije, ¿Qué demonios te ha ocurrido? Y
el tal Marcos respondió con ciertos comportamientos extraños como si quisiera
ocultar algo; “No, no es nada, solo venia
caminando y choqué con un árbol, pero ¿Crees tú que estoy muy mal? Inmediatamente
respondí; “Joder, obvio que estas mal,
estas empapado en sangre, tienes la frente partida. Urgentemente necesitas
ayuda. Debes ir a tu cabaña y viajar tan pronto como sea posible al pueblo de
Pejerrey, allí de seguro que algún centro médico tendrán”. El hombre
reaccionó como desconcertado, como desestimando la real situación, pero me hizo
caso, y sin querer que le entregara mayor ayuda, se retiro hacia su cabaña para
posteriormente ir en busca de ayuda al pueblo. Después de este enigmático
acontecimiento me quedé tumbado en la arena pensando sobre lo que realmente
pudo haberle ocurrido, ya que no me creí para nada eso del golpe contra el
árbol. Más tarde me dedique a hacer el fuego para comer.
A la hora de la cena, dos platos de pastas, más dos
copas de vino rojo, y una excelente húmeda y aromática pipa, me hicieron de una
tranquila comida en compañía de la nueva recién caída noche. Después de darme
un reposo, me incliné hacia atrás para contemplar el brillo de las estrellas, y
fascinarme con la cantidad de constelaciones existentes, y la cantidad de
constelaciones por crear, y como entrando en un estado hipnótico, fue que me
bajo la inspiración y el flujo de energía artística, y entonces decidí darle de
regalo a la noche un merecido recital de canciones, por lo que comencé a
entontar, luego un par de respiros y me largué cantando. Me habré pasado unas cuantas
horas convirtiendo el aire en melodías románticas que convencieran a la noche
de que esa noche debíamos dormir juntos. Finalmente lo logré, después de
haberla seducido, y darle unos memorables besos sabor a divinidad, es que me la
llevé a la cama, y tras haberle leído unas cuantas paginas de mi libro, nos
sumergimos en una pasión donde lo más alto de mi ser, amó a lo más alto de la carismática
noche.
Día tres:
La noche estuvo algo inquieta. Fueron numerosas las
veces que desperté en medio del silencio nocturno y la luminosidad de la luna,
la que entregaba un impactante baño de luces a eso de las tres de la mañana.
Posteriormente, sentí la llegada de mi nuevo amigo, el mismo que ya me ha
venido a saludar las jornadas anteriores: “el
avecilla picaflor”. Con algo de cansancio, me puse en marcha en dirección
al rio de la felicidad, donde me di
un baño completo, lavándome el pelo, aseándome en plenitud.
Ya con piel nueva y más fresca, me hice del libro, de
una naranja, y de una botella de vino blanco. Me pase unas cuantas horas entre páginas
y páginas, acompañándome de una lenta y profunda degustación de la hermosa
cítrica fruta. Luego, tomé el vino embotelladlo, y lo incrusté entre unas
cuantas piedras a la orilla del rio, con la intención final de que se enfriara,
hasta llegar a una temperatura optima para exprimirle su mayor virtud.
Antes de almorzar, tomé las ollas y cubiertos sucios,
y comencé a lavarlos en la orilla del rio. Destaco que, poco a poco he ido enriqueciendo
mis habilidades sutiles para el arte de
lavar losa con arena natural. Teniendo todo listo, inicié la cocina con un
excelente y maravilloso fuego, admito que, cada vez el fuego se comporta de
manera más noble conmigo, pareciera que las salamandras
reconocen inmediatamente mi llamado. Así, el almuerzo fue compuesto de: unas
ricas pastas aliñadas, ensalada de atún, pan y vino blanco a la copa.
Poco a poco me he dio convirtiendo en un ermitaño. Mi
piel ha sufrido algunos cambios, poseo ciertos dolores corporales debido a la
naturaleza de mi estadía, pero se han estabilizado las ultimas horas, mi piel
esta lo suficientemente quemada para hacer síntoma tanto en el día como en la
noche. Ahora mi espalda resiste el apoyo contra las piedras, mi cuerpo se adapta
a la arena, y mis delicados pies con base de contextura plana, se han aliado
con la superficie de las piedras, haciendo un acuerdo de silenciar al dolor.
Queda poco para terminar de leer el libro; y no paro
de reflexionar acerca de los otros universos que existen más allá; más afuera,
o quizás más acá, más adentro.
Por la tarde, me fui al rio de la felicidad a realizar unos cuantos ejercicios de tai-chi, ejecutándolos con lentitud
debajo de las aguas. Después de esto, una exquisita pipa que duró aproximadamente
dos horas. Fue en plena meditación en base al humo de la pipa cuando ocurre lo
siguiente: Llegó el tal Marcos, el mismo de la otra tarde, pero ahora con su
frente tapada con un contundente parche de primeros auxilios, además de una
cara algo desconcertada. ¿Qué tal Marcos, como va? Dije apenas llegado estaba.
Respondió de manera algo extraña, como si aún estuviera aturdido, diciendo: “Si, estoy bien…..me pusieron 7 puntos en la
frente”. ¡Joder! Fue inevitable reírme de inmediato, es que la manera en
que lo dijo, gatilló una carcajada instantánea en mi. Luego me disculpé y
seguimos charlando. Mientras me contaba como sucedió la curación y todos los
detalles, nuevamente me reventé en risas, ya que me dijo lo siguiente: “Si, y bueno…..llegamos a la única enfermería
que había en el pueblo, y nadie sabia bien sobre poner puntos, entonces el
doctor no se quería arriesgar, y bueno…..le dijo a un ayudante que me los
pusiera….entonces, comenzó a ponérmelos y el doctor retaba al ayudante, por que
no lo estaba haciendo bien…y eso po. Aquí estoy, toy mejor supongo”. ¡Jajajajajajaja!
Unbelievable! Esto era demasiado, reí
como nunca, no era con mala intención, pero es que mi amigo Marcos no podía
tener más mala pata. Y esto no termina aquí, por que lo viene es por lejos lo
mejor. Recuerdo que, le pregunté acerca del porqué sucedió su accidente, y le
confesé que, realmente no le creí nada de lo que me contó, ni lo del choque con
el árbol…. Nada. Entonces me dijo: “Si….bueno….tení
razón, esa no era la verdad. Pero bueno, me caíste super bien, y te voy a
contar la verdad. Yo desde chiquitito tenía un sueño, o como decirlo, algo que
siempre quería hacer, y es que, siempre tuve el sueño de poder bañarme desnudo
en un rio, pero yo sólo, que nadie me viera. Entonces, esa noche fui sólo al
rio, en una parte solitaria, y dije: ¡Ya Marcos, ahora es el momento! Y
rápidamente comencé a sacarme la ropa, y fui ahí, cuando de repente sentí como
ruidos, y dije ¡Ya Marcos apúrate, lánzate! Y me lancé nomas po, pero como
estaba medio oscuro y venia alguien, no alcancé a meterme bien en el agua,
entonces me tiré un piquero en la orilla, y me pegué en la cara con las
piedras” A estas alturas yo realmente reventé:
¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja! Era demasiado, era impactantemente
demasiado para mi, reí como nunca. Entonces le dije: “pero Marcos, joder, te tiraste un piquero en las piedras, siquiera
antes de testear el agua. Con suerte quedaste consciente, porque imagina; si el
golpe te hubiera dejado inconsciente, probablemente el rio te habría
arrastrado, quizás te habrías ahogado, y después te habrían encontrado en
pelota en medio del rio. ¡Joder amigo! Date con una piedra en el pecho porque
estas vivo…….!Jajajajaja! No mejor no, creo que ya tienes suficiente con la piedra
en la frente, ¿no? ¡Jajajajajaja! Y fue aquí cuando casi como una terapia
de la risa Marcos comienza a reírse incontrolablemente, una y otra vez. Y así,
pasamos la tarde, hasta que llegó el momento de la despedida, Marcos esa noche
se retiraba del lugar junto a los suyos, para retornar a su ciudad, al trabajo,
a sus rituales clásicos. Nos dimos la mano, y le dije: “la vida a veces es dura, pero en otras veces también te da golpes de
suerte” Marcos rió nuevamente, y me dio las gracias por ayudarlo a convertir
el fuerte episodio en una oportunidad para el buen humor y la risa
descontrolada. Y así llegó la noche, y me fui a mi refugio.
La última noche:
Recuerdo que, mientras llegaba la noche y sus
oscuridades, me puse a descansar sobre el arenal cercano a mi tienda, de hecho
me quedé dormido. Cuando de repente, me despertó una gota de agua caída justo
en la punta de mi nariz, rápidamente observé el cielo, y estaba completamente
nublado, fue en ese momento que pensé: “!Joder!,
tengo que salvaguardar la leña que logré recolectar durante el día, o si no, no
tendré como hacer fuego” . Entonces, inicié el rescate de mis queridos
trozos de madera y paja seca, y los ubique bajo las gigantes piedras que
rodeaban mi tienda, allí estarían a salvo.
Mi última cena, consistió en unas cuantas masas
calientes junto a un café a la italiana. Sentado sobre la cúspide de la gran
piedra, es que daba por terminada mi cena, cuando escuché un terrible y
estremecedor ruido en el cielo, luego otro, y así vinieron varios; eran truenos,
pero no cualesquiera, estos eran los más fuertes, profundos y atemorizantes que
he escuchado en mi vida, de hecho pensé, que posiblemente se vendría una
catástrofe natural. Entonces, me hice de mis cosas y me interné en las entrañas
de mi tienda, buscando el abrigo, el refugio, el confort de la noche.
Mientras transcurrían las horas, yo me encontraba al
interior de mi tienda leyendo como un hambriento de letras, de palabras, de
párrafos. Me consumí en las páginas de mi libro, era un trance imparable, estaba
devorándome el libro sin cesar. Este me comenzó a contar la verdad de Lobsang
Rampa en cuanto al universo, los otros mundos, los maestros tibetanos y sus
viajes, la arquitectura de las primeras civilizaciones humanas, los avatares,
las reales misiones, donde se estaría encaminando el destino de la humanidad,
entre otras tantas. Era impactante pero esclarecedor lo que estaba allí
leyendo, en mística pareciera como si ya lo hubiera leído, o más bien, como si
lo recordará desde algún lugar de mi universo interior. Todo esto estaba
aconteciendo bajo la sutil luz de mi linterna, la cual comenzó a desvanecer su
intensidad, poco a poco, página a página, y las letras se me fueron haciendo en
una cuenta regresiva, por podía detenerme, tomaba la linterna y la invertía, la
movía, y hasta la batía, con tal de que me entregara la luz necesaria para
acabar con el libro, solo quedaban unas cuantas paginas, pero no, no fue
suficiente, en un lapsus sagrado la luz se hizo oscuridad.
Día cuatro:
Sinceramente creo que la última noche fue la mejor en
confortabilidad y sueño. Me dormí tan profundamente como un calamar gigante
llega a los inicios del mar. Dormí cómodo y veloz, en menos de un pensamiento
ya estaba conversando con Morfeo.
Por la madrugada, el sol llegó a despertarme, estaba
empapado en sudor, cuando me percato que me había quedado dormido numerosas
horas, el sol ya estaba casi a medio cielo. Fue extraño, pero este día no llegó
el picaflor a darme los buenos días.
Quizás intuía que éste día marcharía, y prefirió no avisarme, así me quedaría
dormido, y me quedaría un día más, bueno, quién sabe por que no llegó.
Tras haberme aseado en las aguas del río, y sin haber
comido nada aún, concerté una reunión con mi libro, donde acabaríamos nuestra
charla de la noche anterior. Bajo el abrigo negro que otorgaban las piedras
gigantes, devoré las últimas páginas del misterioso e iluminador libro “El
Ermitaño”. Habiendo terminado, me deje caer en la arena, y comencé a
reflexionar, por segundos, por minutos, por horas. Conclusión del libro: demasiada impactante para exponerla en esta
ocasión.
El día estaba hermoso, un aire fresco, un sol elegante
vestido de frac, y una fragancia con olor a nostalgia por mi partida. Entonces,
comencé desarmando mi tienda de acampar, tras haber dejado todo listo y
empacado, decidí ir al río de la
felicidad a darme un último baño, y así despedirme de los cinco elementos
que allí me acogieron. Una oración para cada uno de ellos, luego una oración
para toda la arquitectura natural que hizo posible mi experiencia allí, y
finalmente una oración para mi Dios interior. Luego tomé mis cosas y partí de
regreso.
Thanks a lot for read it
muy bueno, me entretuve bastante leyendo y me hizo reir tambien, todos deberiamos tener alguna experiencia haci aparte el libro de lobsang buenisimo te felicito amigo
ResponderEliminarle frode 3 punta
Totalmente de acuerdo contigo 3 punta; sinceramente al igual que tu que, toda persona debería hacerse de un tiempo, un break, y atreverse a vivir dicha experiencia. Cuando una esta absoulutamente solo en medio de la naturaleza, pareciera que la mente se fuciona con los espiritus de lo natural, apreciando las cosas elementales del mundo y de la vida, tu sabes; los elementos, los animales, entre otros más.
EliminarUn abrazo desde la 1 punta.
Angélica Trinidad Alburquenque Morales leyéndote y sonriendo :)
ResponderEliminarpejerrey es muy lindooo ^^ :)
ResponderEliminarA Victor Candia le gusta esto.
ResponderEliminarbuENÍSIMO
ResponderEliminarCarolingia Hfjdhfehrf Excelente viaje y estadía en pejerrey gabo!!.. no cualquiera hace un viaje de esos. A veces sentimos la necesidad de desconectarnos, descubrir parajes solitarios, hacer un buen fuego, de disfrutar el lugar y el momento, para recargarnos y volver a lo nuestro. (por mi parte me daría cuco hacer eso sola)jaja ya que le tengo respeto a la naturaleza, me refiero a la inmensidad de la noche en un lugar solitario. Mas encima que no es menor que derrepente de la nada, en la oscuridad aparezca un tipo como Marcos jajajaj, pero bueno, resulto ser inofensivo y con la compañía de un buen libro y elermitaño resulto ser una experiencia genial!....(caro)
ResponderEliminarLinda, me encantas.
Eliminarwena wena
ResponderEliminarExcelente viaje loco, muy buena la escritura
ResponderEliminarTu crecimiento tanto físico como emocional frente a la vida a sido muy bueno gabriel.Orgullosa me siento de formar parte de tu vida. te amamos eternamente. y desde lo terrenal y lo celestial,siempre tendrás una sombra que te sigue y protege. El universo se ha encargado de rociar tu esencia con todo lo que te mereces.y ese universo se encargará de proteger tus futuras semillas. Suerte hoy y siempre.
ResponderEliminarColegaaa!!
ResponderEliminarIncreible viaje!!
y la forma en que lo compartes es aun mejor! hace que uno sienta y se imagine todo lo que viviste!
No cualquiera se atreve a vivir una experiencia asi... sobre todo encontrarse con alguien como Marcos jajajaj
Saludos
Karoll "Orco wetland"