La morada entre las sombras
Aquella siniestra noche me
encontré
haciendo sendero entre
pronunciados
matorrales que
obstaculizaban los pasos
suscitados por mi cuerpo
hipnotizado,
fascinado,
inexplicablemente magnetizado,
por una enigmática
fuerza inconsciente,
que me arrastraba hacia una ignota región.
La razón se había
extraviado en el camino,
mis cogniciones
lógicas ya no tenían sentido,
me vi impulsado a
conocer lo desconocido.
Caminé horas entre
las sombras,
sin saber hacia
dónde me dirigía,
el aire pasaba
destemplado por mi cara,
las malezas
confundían lo que veía,
mientras la
incertidumbre se acercaba
susurrándome al
oído lo que vendría.
Entre la escasa
visibilidad de aquella noche
logré divisar a la
distancia una vieja morada,
rodeada de cercas de imponente
fachada.
En estas
instancias del viaje,
el
trance hipnótico era profundo,
el ímpetu osado de
entrar allí era rotundo,
nada más importaba
en el mundo.
Crucé las cercas y atravesé el
umbral
entre los campos de malezas y éste lugar
tan misterioso,
tan recóndito, tan sombrío,
entre más me
acerco más siento escalofríos.
Tras unos metros de andar escuchó detrás
unos ladridos
tenebrosos que se acercan
con una rítmica
escalofriante que desencadena
un temor agobiante, un terrible sentimiento
de peligro, de agresividad descontrolada.
Entonces, mi
cerebro reacciona, vuelvo
a la consciencia, mi voluntad se presenta,
y comienzo a correr frenéticamente,
correr, correr, como nunca lo había hecho,
mientras las
estremecedoras figuras discernía
de dos bestias
negras, sendos mastines
que atentaban
contra mi vida.
Cada vez estaban
más cerca, y más cerca,
cómo explicar ese
tétrico terrorífico sonido
que las gargantas de
aquellas bestias emitían,
sólo la morada entre
las sombras me protegería.
El alivio llegaría
con la presencia de una figura
impactante e
inimaginablemente imponente
de un hombre que se
manifiesta majestuoso
entre las sombras
de la misteriosa morada,
y desplegando
certeros fonemas desde su
boca hace callar a
las temibles bestias de un
trancazo, su
presencia era tal impresionante,
que se torno
realmente amenazante,
sentí que sería terriblemente castigado
por violar la
entrada de lo que allí era cuidado .
Tras unos
indescriptibles segundos de silencio,
aquel hombre señor
y guardián del lugar,
se dejó entrever
lentamente, despojándose
calculadamente de
las sombras impregnadas
en las
terminaciones de su imponente figura.
Entonces, discerní
unas extrañas pero
elegantes vestimentas
con aires victorianos,
unos guantes opacos
que sostenían
delicadamente un
bastón,
luego subí la
mirada prestando mayor atención
en cada detalle de
la soberbia manifestación,
elevando la mirada
revestida de intuición,
una terrible
sensación me invadía con lentitud,
todo el escenario
convergía en lo que vendría,
y es que cuando
subí la mirada vino lo peor,
bajo la sombra de un sombrero de completa
copa, es que le vi
el rostro al tenebroso
señor…
Me desplomé en el
suelo al ver que
él era yo…